20 may 2012

He aprendido

Estoy recién levantada, mi cuerpo, mis músculos, mis huesos, después de dormir una media de cuatro horas en cinco días, me pedían a gritos descansar, dormir, meterse bajo las sábanas y cerrar los ojos, sin pensar en que dentro de cuatro horas tengo que gastar todas mis fuerzas y exprimir mi cerebro en un examen a contrarreloj.



Recuerdo el domingo pasado, estaba envuelta en una manta de nervios, pensé que no sería capaz de sobrevivir a la semana que me esperaba, pensé que me vendría grande, que mis fuerzas flaquearían a los dos días, pero aquí estoy, escribiendo esto ahora y concienciándome y preparándome para darlo todo en otra semana que va a tener pocas diferencias con esta. Son semanas, días y momentos duros, donde tienes que demostrar todo lo aprendido durante el curso, pero a veces llego a pensar que en mi caso, por mucho que demuestre todo lo aprendido, la suerte no ha estado de mi lado, este año.
Me ha sido muy difícil llegar hasta aquí como lo he hecho, pero no ha sido eso lo realmente difícil, sino mantenerme año tras año. Cada año, cada nuevo curso que comienzas, son unas circunstancias distintas las que te rodean, un ambiente distinto el que te acoge, unos pensamientos diferentes, y una suerte distinta. Debes saber adaptarte a cada una de esas cosas y confiar en ellas. Así ha sido, he confiado en ellas todos estos años atrás y ellas me han respondido, pero, por suerte o por desgracia, no puedo hablar de eso este año, por lo menos hasta ahora.

He añorado muchísimo esa suerte, mucho. He añorado llegar con una sonrisa a mi casa gran parte de los días, he añorado llegar a clase y tener a personas que con sólo mirarte a los ojos te sacan una sonrisa, un abrazo, un beso. Personas que siempre estarán en mí con el mejor recuerdo del mundo.
En definitiva, no ha sido un camino de rosas este curso, no ha sido mi año, mi momento, pero, ¿y qué? ¿He perdido algo? Afortunadamente no. Me quedo con lo conseguido, con esos buenos momentos y recuerdos. Me quedo con el orgullo de haber llegado hasta aquí como lo he hecho. Tarde o temprano uno tiene que caerse y volver a levantarse, sucesivas veces, y acostumbrarse a no conseguir lo que quiere. Hay que sacarle la parte positiva a esos tropiezos, ¿cuál es esta parte? He aprendido a ser esa persona fuerte que no era antes, he aprendido a levantarme y a seguir luchando, a no tirar la toalla en el primer fracaso. He aprendido a hacer que mi vida no dependa de determinadas cosas, he aprendido a recordar con una sonrisa el pasado. He aprendido que todos los días sale el sol, he aprendido muchas lecciones. Me alegro de lo aprendido. Pero una vez más, y lo más importante de todo, he aprendido el valor de las personas que realmente te quieren. El valor de tus amigos, esos que están ahí en todo momento, que con unas palabras y un abrazo intentan transmitirte todas sus fuerzas. Pero no sólo esto, he aprendido el valor de unos padres. Esas dos personas que día tras día demuestran que quieren lo mejor para ti, que si tú estás triste, ellos lo están más, que darían todo por pasar el mal momento que tú estás pasando... por ti. Dos personas que les duele el corazón cuando ven dos gotas de agua escapar de tus ojos. Jamás escucharé mejores consejos que los que ellos me dan, jamás agradeceré un abrazo como el de ellos.

Aún recuerdo aquel día, hace dos semanas y media. Fue un día duro, en todos los aspectos. Ellos estaban lejos, y recuerdo cómo intentaban transmitirme todo su apoyo vía telefónica, aquella frase de mi madre: “daría todo lo que fuera por darte un abrazo ahora y estar ahí contigo”. En ese momento no los tenía a ellos, pero sí la tenía a ella, a ti. Te lo agradezco, una vez más y espero que consigas tu sueño, por ti, y por mí. Te lo mereces, eres toda una guerrera, te admiro y me siento orgullosa de que formes parte de mi vida.

Gracias a ellos día tras día crezco como ser humano, como persona, y soy lo que soy. Simplemente cada segundo, me dan la vida.